viernes, 26 de junio de 2015

Prométemelo Extremadura

PROMÉTEMELO EXTREMADURA

Abrí mis ojos y vi los tuyos,
fiel reflejo del color de tus campos.
Mi primera inspiración de aire
traía ese aroma que te hace especial.
Y te amé desde ese mismo momento.
Me sentí segura en tu regazo.
Y me volví a dormir tranquila.
Hoy nada ha cambiado, quizás yo,
que ya no soy una niña.
Mis ojos siguen teniendo la dicha
de verte todos los días, a todas horas.
Sigo respirándote, sigo amándote...
Y justo antes de cerrar mis ojos
para no abrirlos nunca más,
quiero que la imagen que me acompañe sea la tuya.
Que mi último aliento esté lleno de ti.
Prométemelo, tierra mía.
Dime que cuando esté pronta mi hora,
será en tu regazo donde dormiré para siempre ese sueño eterno.
Y mi vida habrá valido la pena ser vivida.
Nacer en mi tierra y morir siendo parte de ella.
¡Prométemelo, Extremadura!

El Rumbo de la vida

EL RUMBO DE LA VIDA


Como el mar en calma,
sin viento que te meza
sin sirena que te cante
sin barco que te surque.
Resignado a esa quietud
absurda y monótona
a la que ya te has habituado.
Qué triste me parece
tu forma de pasar por la vida.
Una vida que no vives
porque la has hecho vieja.
Una vida, que aún siendo joven,
perdió la ilusión hace tiempo
de alcanzar metas
y cumplir sueños,
aunque fuera a escondidas.
Qué cruel me pareces
por maltratar así tu vida.
Pero nunca es tarde, compañero.
Aún estás a tiempo si tú quieres,
de aferrarte a una mano amiga,
de escuchar consejos, de buscar salidas.
Porque más allá de ese horizonte
sin luz que tú conoces,
hay más formas de vivir la vida.
Qué acertado me parece
el que comiences a dar
sentido a tu vida.
Por fin, abres los ojos al mundo,
ahora sí creo que respiras.
Atrás quedó tu sordera
provocada y consentida.
El viento acaricia tu rostro,
una sirena canta agradecida.
Feliz de ver que ese barco
que surca el mar de tu vida,
alegre cambia su rumbo
y ya no va a la deriva.

viernes, 10 de abril de 2015

Mal comienzo de fiesta

MAL COMIENZO DE FIESTA

Días de juerga y jolgorio en Jerez de los Caballeros. Fiestas en honor a San Bartolomé, santo patrón del puebro.
Mucho jaleo, mucho barullo dende por la mañana que estrumpieron los cohetes dando comienzo al primer día de fiesta.
Anda atareá la Sebastiana que tíe visita, vienen de los Bilbados sur'mana Florencia y su cuñáo Arfonso, dambos residentes en aquella tierra dende c'a él le salió trebajo en los'Artos Jornos de Viscaya.
Ha preparáo comías y durzáinas y se desace porque to esté al gusto de los guéspedes - que de seguro que no prueban un buen cocío con chacina de la nuestra dende la úrtima vez que bajaron ar puebro, güeno no... que p'a pascua les mandé un paquete, que me s'abía orvidao- mueve la lengua la Sebastiana a la mesma vez que no eja de mové las manos.
Entre tanto, ya está Manolito y Pepi cuasi arreglaos y listos p'a dir a la prucesión del Santo.
Sebastiana agarra el peine y asienta a la zagalina en la sillina baja multiusos p'a jacerle las trenzas y la coloca dos lazinos coloráos jaciendo juego con el coló de la farda pichi que hoy lleva la Pepi de estrena.
-¡Que no quiero trenzas, que me restira el pelo y me duele, rediéz! Amos a vé por qué no púeo yo tené el pelo cortino como Manolito que no nesecita ni trenzas, ni lazos, ni ná.
- Tati quieta y callá. Y cudíao con lo que suertas por la boca, lengua infame. Éjame que acabe de peinate. Manolito es un niño y tú eres una señorita - contesta Sebastiana a la mesma ve que le pega un tirón a la Pepi sin queré queriendo - Y no te subas al monturrio ni a los naranjos de la praza, Pepi, jomía, que tás tu siempre en to lo arto como las cabras.
Y allá que sale Sebastiana a la puerta orgullosa de sus zagales, y se jincha al ve los guapos que van mientras ya van ellos regolviendo la esquina.
Al ratino, ascucha la voz de Florencia en la calle que a voces la llama:
- ¡Seeebaaasss que ya tamos aquí!
Asoma la hermana venida de los Bilbados la cabeza por el postigo y quita la tranca, le planta dos besos resonáos en los mofletes coloráos de la Sebastiana y le ice:
- ¡ Sebas, hija, qué caló! - ¿No tendrás un vasino de esa limoná fresquita que a mi me gusta?
- Flor, que no has cogío ni'un macuto, guapa- entra Arfonso en la casa cargaino como un burro con to tipo de maletas.
Sebastiana mira a sur'mana y endispués a su cuñáo, a su cuñáo y otra ve a sur'mana con la boca abierta y los'ojos desencajáos.
- ¿ Qué es eso de Sebas y de Flor? ¿Dende cuando nos han mudáo de nombre que yo no m'anteráo? - pregunta la dueña de la casa arrugando el jocico y arrejuntando las cejas.
- No mujé, es que Sebas y Flor suenan mejó y más moerno. Nunca me gustó el nombre que m'endilgaron nuestros padres. Y el tuyo tampoco, dicho sea de paso.
Sebastiana se pone en jarras y mu seria contesta:
- Mira tú, Florencia. Ascoge p'a ti el nombre que te dé la gana, pero a mi paecé que tíes un nombre mu bonito y mu lucío p'a que lo recortes a la mitá. Flor ice, de qué, ¿del'alelí? Y er mío, éjalo como está c'a mí me gusta mucho y estoy mu orgullosa de llevá el nombre de mi agüelo que tamién era el tuyo. ¿Tamos?
Cuando Sebastiana va a cerrá la puerta la calle aún con el mosquéo bien presente, aparece Manolito vestío con la farda pichi de la Pepi y llorando a moco tendío.
- ¡ Madre del amor hermoso! ¿C'a pasaó, jomío? ¿Ande anda la Pepi? - Chilla llevándose la manos a la cabeza.
- Madre, está subía en el monturrio tirando naranjas a los paseantes de la praza - responde Manolito to asustáo y mirándose las pierninas de palillos que la farda deja al descubierto- Y m'a dicho que le empreste los calzones p'a no ensuciase la farda y rompese las bragas. Y lo malo es que la pegáo un naranjazo en toa la calva a Don José el cura.
Güerve la cabeza la Sebastiana p'a sus guéspedes y les suerta:
-Sus'esperáis un momentino que voy en cata de la Flor y nata de to los naranjos habíos y por habé. Qué igo Flor, ¡un cardo borriquero! eso es lo que es esta hija que Dios m'a dáo, que venía p'a macho y en la mitá er camino se gorvió jembra. Mal empezamos las fiestas, Sebastiana, mal empezamos.

Bambo d'al derecho, bambo d'al revés

BAMBO D'AL DERECHO, BAMBO D'AL REVÉS
Anda Sebastiana con el bambo de faena dende bien trempano. Toca dar una manilla de cal a la bóveda de la alcoba y ya tíe preparao toitos los achiperres.
Es el bambo de Sebastiana de una telilla fina y estampá, ancho de cuelpo y en sisa, p'aque puéa movése a gusto cuando se lo planta encima la ropa.
Y esmienza Sebastiana la faena. Se anúa el pañuelilo a la cabeza y ya tíe su bambo dal revés preaparáo p'a recibí las pintas que se puéan escapá del brochón y blanqueá tamién a la Sebastiana.
A los primeros brochonazos, la mujé refunfuña porque el brochón no'tá seguro y anda suerto en el canuto de la caña.

- Ujum, mal esmenzamos - dice Sebastiana ajustando como puede los cachinos de trapos que sujetan el canuto y el brochón a la caña.
Vuelve el brochón a la cuba y Sebastiana lo alevanta de nuevo p'a la bóveda. Y a la mijina, sale brochón por un lao y canuto por otro, mientras la Sebastiana quéa encernajá de pintas brancas con la caña pelá y mondá en las manos.
-¡ Me cago en to lo que se menea! - suerta la mujé enfadá.- Entre más priesa, más vagá. El canuto de las narices s'arajáo enterito y eso que icía la Encalna que en su puesto to lo que s'avende es de mu güena caliá, ya lo veo, ya... Y, ¡cómo m'apuesto, rediéz! Agora mesmo m'avá ascuchá a mi la Encalna. Q'este canuto no silve pa ná de ná.
Y dicho y jecho. Sebastiana s'asoma al espejo mientras se quita el pañuelillo de la cabeza. Moja la punta de una rodilla en agua y se refriega las pintas q'el estropicio la dejao en la cara. S'arremanga el jerselillo viejo que lleva debajo y se saca el bambo to esmanchurráo de cal por la cabeza, y se lo coloca dal derecho:
- Y bambo dal derecho y bambo dal revés. Y bambo dal revés y agora dal derecho. Me se va a di media mañana con el baile el bambo y antoavía no ha jecho una ná, joé - rumia Sebastiana por lo bajini.
Y sale escopeteá enc'a la Encalna a pedíle cuentas de la mala caliá del canuto.

Una estrella, cuatro luceros

UNA ESTRELLA, CUATRO LUCEROS
(Amor a los animales)
Y ya ha parío la Estrella
cuatro jermosos luceros,
cuatro perrinos caíos
com'un regalo del cielo.
Y Cilomeno quíe matalos
no quíe queáse con ellos
ice que si me güelto majara
y c'ande amos con tanto perro.
Que con un porracino de ná
s'arresuerve el aprieto.
Pero, ¡¿c'aprieto ni gaitas?!
esto no es custión de nengún aprieto.
Aprieto jué cuando salió
ardiendo el pajero,
y nusotros, c'andábamos e siete sueños,
no nos dimos cuenta
de que tamién había prendío
la casa por drento.
Y allí estaba la Estrella
que con su eintinto perruno
a tos nos sacó e la cama
y no nos quemamos nenguno.
Asin, que los cuatro luceros
se quéan, toitos ellos,
que ya les tíe la Sebastiana
p'a ca'uno su nombre dispuesto.
Q'ubiera tenío cudíao Cilomeno
en que a la Estrella no la pisara
el perro del tío Furgencio.
Tizón, le puesto al primero,
el más grande y el más negro,
este cuando s'aga grande
va'dá mucho miéo.
Le sigue el Porrina, porque
jay que ve cómo canta de noche
cuando s'adespierta jambriento.
Endispués, está Bellotero,
qu'es mu bruto y mu calabazo
y q'enseguía se tranquiliza
cuando lo cogo en los brazos
p'a darle un reconconeo.
Y p'acabá, el más chiquinino,
el más parecío a la madre
en entendeeras y en aspeto.
Ese sí que se llama Lucero,
el úrtimo de la camá
y al que más ley yo le tengo.
Jué trebajoso que la madre
lo pariera, cansaina del esjuerzo,
pero allí estaba la Sebastiana,
p'ayudála con su'sijos
como ella jizo con los míos
impidiendo que se quemaran
y yo eso no lo olvío.
Asin, ¡que perros p'alante,
anque se cabree mi marío!

miércoles, 1 de abril de 2015

Puerta del Sol

PUERTA DEL SOL

Cuando la puerta del Sol se abre
un Viernes Santo al alba
corazones que estaban presos
dan rienda suelta a sus alas.
Y cientos de suspiros y clamores
de las gargantas van escapando
para transformarse en flores
que a Jesús van perfumando.
Y mientras va clareando el día
se van escuchando los sones
que forman una melodía
con el pálpito de los corazones

martes, 31 de marzo de 2015

Culo veo, culo quiero (cuento infantil extremeño)

CULO VEO, CULO QUIERO
(Cuento infantil extremeño)


Érase que se era porque así me lo contó mi abuela, que había una vez una madre que tenía dos hijos. El hijo mayor que tenía mucha imaginación siempre andaba inventando y creando cosas que luego repartía entre amigos y familiares. La hermana más pequeña que había nacido antojona y envidiosilla andaba a la cata de él intentando copiar todo lo que hacía.
Con unas hojas de chopo, unas piedrinas del río y un cacho de corcho, el zagalino hacía un cuadro, luego lo envolvía en papel de estraza y todo orgulloso se lo mostraba a su madre:
-Mamá, mira lo que he hecho, es para ti.
La niña que no perdía detalle enseguida saltaba diciendo:
-No, eso es para mi.
Cuando la madre le explicaba que el regalo era para ella y no para la niña, ésta se enojaba y pataleaba de rabia. Cuando se le pasaba el berrinche, intentaba copiar con pelos y señales el cuadro de su hermano, y no sólo no le salía ni medio regular sino que encima no era capaz de envolverlo en el papel de estraza.
Daba igual lo que el niño inventara, no importaba a quién lo regalaba. La niña siempre quería ser la inventora o la que recibiera el regalo, eso sí, siempre envuelto en el consabido papel de estraza. Y la retahila final siempre era la misma: Eso es para mi o yo quiero hacer uno igualito.
El pobre niño, que no era mucho mayor que su hermana, cada vez se sentía más y más cohibido en hacer todo lo que su imaginación le dictaba. Sabía que luego una vez la obra terminada y entregada a su destinatario, vendría doña enfados con el hocico arrugado dando la tabarra.
La madre que era muy buena pero más bruta que un bocadillo de bellotas, decidió poner remedio a esta situación una mañana en que el niño hizo aguas mayores en su orinal.
Ni corta ni perezosa, corrió en cata de su hija que andaba jugando con su muñeca de trapo y muy sonriente le dijo:
- Mira, mira lo que ha hecho tu hermano, y, ¡me lo ha regalado!
Cuando la zagalina la vió con el orinal en la mano y comprobó su contenido, sin decir ésta boca es mía, volvió a jugar con la muñeca.
La madre queriendo llegar más allá, preguntó como quien no quiere la cosa:
- ¿Esta vez no chillas ni se te antoja mi regalo? ¿Esta vez no lo quieres?
-No - respondió la mocosa con cara de angelito caído del cielo.
La madre, creyendo haber conseguido enseñar a la niña, añadió:
- Pues deberías quererlo. No sólo se antoja ni envidia los regalos buenos, sino también los que no lo son tanto, ¿no te parece? O quizás... ¿no sería mejor que cada uno se conforme en ser como es sin preocuparse de lo que hagan o lo que tengan los demás?
A lo que la niña respondió con impertinencia:
- El regalo no lo quiero porque no está envuelto en papel de estraza.
- ¡Acabáramos!- respondió la madre. Si ése es el problema yo tengo la solución.
Y dicho y hecho. El regalito fue envuelto por la mamá con mucho esmero en papel de estraza y colocado bien visible junto al sitio donde dormía la niña.
- Cuando tú no lo quieras, no tienes más que decirlo, pero piénsalo bien. Eso supondrá que has de prometer que no volverás a envidiar ni se te volverá a antojar nada de lo que tu hermano haga y regale, ¿estamos?
Una noche. Una larga noche aguantó la niña (que también era orgullosa de narices) el regalito y su perfume. A la mañana siguiente, le dijo a su mamá:
- No quiero el regalo, lo que es de mi hermano y a quién lo regala es cosa suya, por mucho papel de estraza que lleve.
Y colorín, colorao, este cuento se ha acabao