lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuando suena el cascabel


Gonzalo regresaba al hogar después de tres largos días de viaje. Era Nochebuena y su mujer estaba a punto de dar a luz. La experiencia de tantos años al volante le indicaba que no era conveniente pisar demasiado el acelerador, y las condiciones climatológicas de aquella noche no se podría decir que fueran tampoco las más idóneas para hacerlo, pero... No fue motivo suficiente para que cejara en su empeño, llegar cuanto antes al lado de su mujer y estar presente para cuando se presentara el momento. ¡Qué demonios, no era uno padre todos los días!-pensó. Una curva demasiado cerrada, el exceso de velocidad o, quizás, las dos cosas a la vez, fueron las culpables de que sus ilusiones quedaran desperdigadas en la carretera aquella fría noche de Diciembre. Nunca llegó.
Aquella misma noche del terrible accidente, nació Marta.


                                                ooooooooooooooooooooooooooooooo


El día que Lady murió, Marta recién había cumplido trece años. La perrita había llegado a casa unos años antes que ella. La vió crecer, fue su primera compañera de juegos y nunca iban a ningún sitio si no eran acompañadas la una por la otra. La falta de la figura paterna y la mala relación con Sara, su madre, hicieron que Marta volcara todo su cariño en aquel animal de raza desconocida, pero con una nobleza y un carisma de una envergadura tal, que no hubo mucho que pensar a la hora de elegir su nombre.

Marta se rebeló contra todo y contra todos. Los primeros días tras la muerte de Lady los pasaba encerrada en su propio mundo, olvidando incluso sus necesidades más fundamentales. La bandeja que su madre ponía sigilosamente con el desayuno todas las mañanas, era retirada sin haber sido tocada al llegar el almuerzo. El mismo resultado a la hora de la cena.
El médico que la había visitado, aconsejaba no forzarla. Era una fase de dolor emocional que formaba parte del duelo y que debería ceder con el tiempo, decía.

Una mañana en que Sara preparaba el desayuno para subirlo a la habitación de su hija, se vio sorprendida por la presencia de la chica en la cocina. Aunque había abandonado el pijama y se había duchado, unas ojeras profundas surcaban sus ojos negros y su piel era de una palidez casi nívea. Su aspecto enfermizo era realmente preocupante.

-¿Te apetece un café y unas tostadas?

. Si, por favor.

Sara le acercó una taza y la llenó hasta el borde. No sabía si había llegado realmente el momento de contar a Marta lo que necesitaba contarle. Temía que sus primeras palabras no fueran las más adecuadas. Su última conversación tras la muerte de la perrita, acabó con Marta dando gritos y echando a su madre de su cuarto.

Tras poner las tostadas y el tarro de mermelada al alcance de Marta, volvió a llenar su taza de café por tercera vez y se sentó frente a su hija.

-¿Cómo estás?- preguntó tras tomar un sorbo.

La chica, haciendo caso omiso de la pregunta, se concentró en untar la tostada.

Algo apareció en la mano de Sara después de buscar en uno de sus bolsillos. El pequeño cascabel brillaba ahora encima de la mesa como si tuviera luz propia .

Marta quedó con la tostada en el aire y tras unos segundos, la depositó con violencia en el plato. Cogió el cascabel y estalló en sollozos. Cuando ya se disponía a levantarse para abandonar la mesa, su madre la retuvo agarrando su brazo.

-Primero vas a escuchar lo que tengo que decirte. Una vez lo hagas, ya pensarás en cuál será tu actitud a partir de ahora- le dijo con toda la firmeza de la que fue capaz.

La tensión se palpaba en el aire. Sara era consciente de que ya no había marcha atrás. Tras su confesión, Marta reaccionaría o caería en el pozo de nuevo. Deseaba con todo su corazón que ocurriera lo primero. Respiró hondo y comenzó a hablar.

-Te duele aún el mero hecho de ver y tocar el cascabelillo de Lady. Señal inequívoca de que aún no has aceptado su partida. Y te entiendo, créeme que te entiendo.

Ya más tranquila y tras tomar otro sorbo de café ya helado, continuó.

- El cascabel de Lady perteneció con anterioridad a Hugo, el perro que ya traía papá cuando nos casamos. Cuando murió, papá lo guardó en un cajón y no volvió a sacarlo hasta que no transcurrieron cinco años. Tres años tenía Lady cuando papá decidió colgarlo en su cuello. Decía que era el mayor error que había cometido, esconder un objeto que representaba un recuerdo tan bonito y que era absurdo intentar ocultar un sentimiento. Era mucho el tiempo que había tardado en darse cuenta de que la presencia de Hugo estaba representada en el sonido del cascabel. Cuando Lady corría y lo agitaba, papá sonreía y pensaba en su fiel amigo, sentía que estaba junto a él de nuevo.

Marta no miraba en ningún momento la cara de su madre. Pasaba el pequeño objeto de una mano a otra, acariciándolo una y otra vez. Ya no lloraba, se la veía tranquila. Sara aprovechó para continuar.

- La vida continúa, por mucho dolor que nos produzca la partida de un ser querido. Papá perdió a Hugo, yo... - la voz se le quebró un poco pero enseguida volvió a sonar firme- yo lo perdí a él, y ahora... tú pierdes a Lady. Pero el más ínfimo detalle, el más bonito recuerdo, hace que siempre estén con nosotros. el día que la perrita murió, sentí que se repetía la historia. El cascabel quedaba de nuevo huérfano. Significó mucho para tu padre que al ver a Lady, veía a Hugo. Posteriormente al morir tu padre, su sonido cuando Lady se movía, hacían que sintiera muy cerca de mí a mi marido. Ahora te toca a ti. Piénsalo, de tí depende- extendió la palma de su mano abierta hacia Marta-. Me devuelves el cascabel y lo escondemos en un cajón, o lo llevas contigo y volvemos las dos de nuevo a la vida.

Marta se llevó las manos al cuello y tras soltar el broche de su cadena, pasó cuidadosamente el cascabel por ella. Se levantó y se dirigió a su madre que la ayudó a cerrarla de nuevo. Madre e hija se fundieron en un abrazo.

-Gracias, gracias por todo. Y perdóname-fue lo único que Marta acertó a decir.

Las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas y abrazó a su madre con más fuerza.


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Hoy es Nochebuena. Sara ultima detalles. Todo está preparado para la cena. Marta cumple treinta y cinco años. Treinta y cinco años han pasado desde aquella fatídica noche en que Gonzalo perdió la vida por querer estar junto a ella. "¡Qué difícil la vida, qué injusta!", susurra Sara mientras recoge un mechón rebelde que se ha soltado de su moño perfectamente elaborado para la ocasión. El timbre de la puerta la hace salir de sus pensamientos.

-Abuela, ¡feliz Navidad!- un chicarrón tan alto como su padre coge a Sara por la cintura y, alzándola en el aire, comienza a girar con ella.

-Vas a marear a la abuela, loco.

Tras él, su nieta mayor. vivo retrato de su madre. Su yerno, que estampa un sonoro beso en su cara y la obsequia con un ramo de rosas rojas. Y, finalmente, Marta, su Marta. Radiante, enfundada en un traje negro azabache que realza aún más su figura. En su mano, una botella de vino es alzada victoriosa. La otra mano sube a su cuello delicadamente. En él descansa su mejor joya, su más preciado tesoro. Su brillo sólo puede ser comparado al de la estrella que anuncia el nacimiento de Jesús. Al tocarlo ligeramente, el pequeño cascabelillo tintinea y comienza a sonar. Marta levanta su mirada hacia arriba y sonrie. Luego, mira a los ojos emocionados de su madre.

- Feliz Navidad, mamá. 

La puerta se cierra; no falta nadie. La cena se enfría. Comienzan a sonar los primeros villancicos. 









sábado, 20 de diciembre de 2014

El conejito Mateo (cuento infantil)

Mateo es un conejito diminuto, una figurita inanimada que duerme la mayor parte del año entre hojas de periódicos dentro de una caja de zapatos.
Pero cuando se aproximan las fiestas navideñas, Mateo es mecido por unas manos delicadas, abandona su sueño y cobra vida junto a las miles de figuritas que componen el Belen Biblico Monumental Santa Angela. Un año más, se preparan para formar parte de un escenario grandioso que comenzó con el deseo de una mamá, y que ha acabado no solo cumpliéndose, sino que ya se ha convertido en tradición.
El viaje hasta llegar al lugar donde se instala el Belén es largo y cansado, tedioso, pero Mateo es fuerte y aguanta el traqueteo del viaje dentro de su caja de zapatos, ilusionado y feliz, muy feliz.
Llega el momento tan esperado. Las manos que tan bien conoce lo despojan con sumo cuidado del envoltorio que lo protege una vez más, un año más, y nuestro amigo va abriendo poco a poco sus ojillos, retomando el contacto con el mundo.
Pero este año el conejito está triste. El sitio en el que ha sido colocado no es el apropiado para un animalito tan pequeño como él. Aunque no se han olvidado de su madriguera y no pasará frío en estos días, el conejito está lejos del paso de los humanos y no lo ven.
Mateo es dulce, tierno y muy sensible. Tiene buen carácter y hace amigos con facilidad. Le gusta admirar y que lo admiren, y es conocedor del papel tan importante que su pequeño cuerpecito representa en esa escena tan gigantesca que Juan y Mae montan todos los años.
Pero por mucho que se esfuerza y da saltitos, emitiendo pequeños graznidos como sus amigos los gansos, todo es inútil. Nadie lo ve y Mateo se desespera. El necesita hacer amiguitos; los niños y niñas son sus preferidos. Otros años se ha llevado tardes enteras conversando con ellos, contándoles anécdotas que ocurrían a diario en el Portal, y ellos, a su vez, compartiendo con él sus vivencias en el colegio.
Recuerda a Antonio, un niño con el que hizo amistad el año anterior y que iba a verlo todas las tardes, tardes de risas en que los dos hablaban bajito para que nadie se enterara de sus conversaciones. Cachorrito humano y cachorrito animal, así de simple y maravilloso.
Pero los días pasan, y Mateo desea ser devuelto a su cajita. Quiere dormir, y este año no hubiera deseado volver a la vida si hubiera sabido lo que le esperaba. No se conforma con sus amigos de escena, no participa en sus juegos, pues son figuritas igual que él. Necesita el contacto con el humano.
Un lunes cualquiera, el Belén abre sus puertas para recibir las visitas de la tarde. Mateo, que duerme la siesta a la entrada de su madriguera, escucha barullo. Levanta sus orejitas y olisquea el ambiente. Su instinto le dice que algo va a ocurrir.
De pronto, ve aparecer a lo lejos a Antonio, su amigo humano, su compañero.
Mateo no cabe en sí de gozo, pues sabe que viene en su busca. El niño, que no sabe dónde han colocado este año al conejito, mira por todos lados y lo llama:
-Mateo, Mateo, ¿dónde estás, amigo?
Transcurridos unos minutos que se hacen eternos para los dos, por fín Antonio lo localiza.
-¡Antonio! Cómo has crecido, no sabes cuánto te he echado de menos- y dos pequeñas lágrimas corren por su carita peluda.
-Ya estoy aquí, y conmigo vienen María y Anita. Y traigo a Mario y a Andrea, y a Marisa y a Paquito para que te conozcan. No he podido venir antes, he tenido fiebre y mi mamá no me ha dejado salir hasta que no me he puesto bueno.
-No importa-responde Mateo, sacudiendo su cabecita y estirando sus bigotes.
Y comienza la fiesta: después de las presentaciones de rigor, Mateo corre feliz por los campos, buscando un lugar para esconderse, mientras los niños cuentan hasta veinte y se lanzan a buscarlo. Inventan juegos y cantan. Todos los días, Mateo recibe las visitas de sus amiguitos. Ya no quiere volver a dormir en su caja de zapatos. Aprovecha cada minuto y cada segundo de esta oportunidad que le ofrecen, para ser un conejito de carne y hueso que corretea, que ríe y que vive feliz un año más en el Belén instalado en La Alcazaba jerezana.
Niños y niñas que vais con los papás a visitar el Belén: buscad a Mateo. Llamadle, y tened un poco de paciencia si tarda en aparecer, pues si sois persistentes acabaréis dando con él. Se alegrará de hacer nuevos amiguitos y estará deseoso de jugar con vosotros. El pequeño conejito os espera.

Palabras a media luz

Palabras a media luz,
queridas, amadas.
Con miedo a ser conocidas
vergüenzas inexplicadas.

Retazos de pensamientos,
de vivencias, de miradas.
Amores que no borra el tiempo
reflexiones adnegadas.

Palabras y más palabras...

Fragmentos de sentimientos,
historias inacabadas.
Quejidos y lamentos
alegrías desorbitadas.

Cuajadas de impedimentos
cautelosas, solapadas.
Con bases y fundamentos, 
no quieren ser olvidadas.

Palabras y más palabras.

















Al despertar

Anoche soñé contigo
donde el sol aparece,
donde el agua se funde
con el cielo azul.
Anoche soñé contigo,
donde la aurora mece al día,
donde el amor y el sentimiento
son vencidos por la espada.
¡Fuego, herida, alma,
terror de una mujer maltratada!
Anoche soñé contigo
donde la tormenta estalla
donde el agua vierte
sus regadas lágrimas.
Anoche soñé contigo
y he despertado asustada.
¡tu rostro me causa miedo
tiemblo ante tus palabras!

Ricos pobres, pobres ricos.

Pobre de aquellos pobres
que adularon al rico
para alcanzar su riqueza.
¡pobre de aquellos pobres!
Pobre de aquellos ricos
que obtuvieron riqueza
manchada con sudor y sangre
de muchos pobres.
¡pobre de aquellos ricos!
Pobre de aquellos pobres
que obligó el hambre
a cometer barbaries
por deseo de los ricos.
¡pobre de aquellos pobres!
Pobre de aquellos ricos
que impusieron órdenes,
e hicieron proscritos
a muchos pobres.
¡pobre de aquellos ricos!
!Hijos de aquellos pobres,
hijos de aquellos ricos!
lapidad rencillas
que las viejas conductas
queden obsoletas, olvidadas.
Acabad con los fallutos pobres
y con los falsos ricos.

Las alpargatas viejas

Mediados de los años 50 en el bonito pueblo extremeño de Jerez de los Caballeros.
Juan estaba prendado de María, pero su timided y su poco tiempo libre a consecuencia del trabajo hacían de él un chico casi desconocido para el grupito de mocitas casaderas de aquel entonces, por lo que María le rehuía cada vez que se le acercaba y le pedía alguna pieza de baile o la invitaba a un vermut.
Poco a poco María fue descubriendo que aquel mozo alto y guapetón no le era del todo indiferente y acabó por reconocer que se había enamorado perdidamente de él. Así se lo hizo saber a su íntima amiga, una chica algo mayor que María y con más experiencia con los hombres que ella, que nunca había paseado con nadie a no ser con su hermano Antonio o sus primos Luis y Manuel. Teresa, que así se llamaba, fue la encargada de recabar toda la información posible sobre aquel muchacho que pretendía a su amiga y, una vez que comprobó que no se había oído nada malo de él, sino más bien todo lo contrario, alentó a su amiga a que aceptara pasear con él.
Poco a poco Juan se fué integrando en el grupo de los amigos de María, pero los dos jóvenes se rezagaban para compartir confidencias y miradas complices cada vez que podían.
En una de las ocasiones que paseaban los dos junto a Teresa por la calle Abajo, se oyó a Juan gritar muy fuerte:
- ¡Te quiero más que a unas alpargatas viejas, mujer!
María lo miró con la boca abierta y un calor intenso subió a su cara, encendiendo sus mejillas de un rojo púrpura. Dió una fuerte bofetada al muchacho que quedó plantado allí mismo y salió corriendo hacia La Corredera seguida por Teresa.
Cuando consiguió alcanzarla, entre lágrimas María le dijo furiosa a su amiga:
-¡ Pero tu has oído lo que me ha dicho, mira que compararme con unas alpargatas viejas!
Nadie volvió a saber nada más del muchacho en los días siguientes, era como si la tierra se lo hubiera tragado. María estaba convencida de que esa actitud sólo correspondía a que Juan no se atrevía a dar la cara por miedo a las repesalias que pudieran tomar contra él su hermano y sus primos, que ya eran sabedores de lo ocurrido.
Los meses fueron pasando y mientras María aún necesitaba el consuelo y los ánimos de Teresa y las demás muchachas, Juan lloraba en su cuarto del que se había negado a salir como no fuera para ir al trabajo. No comprendía que había dicho como para que María hubiera reaccionado así, el sólo pretendía demostrarle su cariño...
Un año y meses después, María comenzó a sonreir de nuevo aunque aún soñaba con aquel joven que le había robado el corazón y del que sin poder remediarlo, todavía seguía enamorada. Pero en su cabeza resonaba aún aquella frase tan insultante que la avergonzó delante de su amiga. Jamás perdonaría a Juan por haberse burlado de ella.
Una tarde que el grupo de amigos bajaba por la calle de Los
Ahorcados, quizás las más empinada de Jerez, oyeron decir a una chica de otro grupo que venía bajando junto a ellos:
-¡ Aaaayyy mis piececitos de oro, como sufren con los tacones, lo que yo daría ahora por tener las alpargatillas de andar por casa!
María comprendió entonces, el significado de la frase que le dijo Juan aquel día, y es que...¿ habrá algo que se quiera más, que unas alpargatas viejas, con las que te sientes a gusto y estás siempre a tus anchas!
De Juan supieron con el tiempo que se había marchado a Barcelona para trabajar, y nunca más regreso al pueblo. María, nunca se casó.

Versos sin título

VERSOS SIN TÍTULO

Nunca pretendí en mi vida
ser quien no quiero ser,
manteniéndome siempre fiel
y no dándome por vencida.
Que me quieran como soy
con mis virtudes y defectos
si vienen donde yo estoy
que el camino venga directo.
No quiero medias verdades,
ni medias tintas, ni atajos,
yo voto por las lealtades
aunque me cueste trabajo.
Esta amistad tan hedienta
donde uno se acomoda
será tendencia, será moda
al sol que más le calienta.
El que hace honor a la verdad
sólo puede seguir un camino,
nunca caer en la ambigüedad
al pan, pan, y al vino, vino,
para ofrecer su amistad.

El miedo de Pedrín (cuento infantil extremeño)

Escuchá con mucho cuidao, os voy a contá lo que me han contao.
Había una vez un zagal llamado Pedrín al que le pirriaba el pan. Todos los días cuando llegaba de la escuela, iba a la alacena y le daba tal mordisco al pan que guardaba su mamá en la talega, que lo quedaba tiritando.
Así que, a la hora de comer, cuando la madre ponía la mesa, el pan aparecía medio comío, como si un puñao de ratoninos les hubieran hincao los dientes.
- ¿Tu te has comío el pan?- Preguntaba la madre a cada uno de sus hijos,
Todos negaban haberse comío el pan, incluío Pedrín, que ponía tal carita de santo, que era imposible suponer que fuera él.
Cansada la buena mujer de que todos los días pasara lo mismo, decidió ser más despierta y vigilá a sus niños cuando llegaban a casa. Andaba un poco disgustá, no sólo porque uno de sus hijos se comiera de esa manera el pan y sin pedir permiso, sino porque no quería que sus niños le mintieran.
Cuando los zagalinos llegaron a casa esa misma mañana, la mamá pudo observar a hurtadillas tras una cortina como el pequeño Pedrín, iba derechito a la alacena y sentao en un rinconito, se iba comiendo el pan a mandíbula batiente, cuando ya no quería más, lo devolvía a su sitio y cerraba otra vez la alacena como si allí no hubiera pasao ná.
En lugar de reñirle y reprenderle por su mala conducta, la madre quiso que él solito aprendiera, y se le vino a la cabeza una idea aprovechando que Pedrín era un niño mu miedoso.
Al día siguiente cuando llegó a casa después de hacer los mandaos, clavó una alcayatita detrás de la puerta de la alacena y colgó la talega del pan. Al momento y como quien no quiere la cosa, se fue a la cocina a recoger el resto de la compra y a terminar de hacer la comida.
En esas andaba cuando barruntó que llegaban los niños, no se coscó y siguió a lo suyo.
Cuando Pedrín empujó la puerta de la alacena, el peso del pan en la talega volvíó a cerrarla. el zagal un poco desconfiáo y con más miedo que once viejas, le dió un empujón más fuerte y con la misma fuerza la puerta se volvió a cerrar. Totalmente apurao y sin que le llegara la camisa al cuerpo, salió como alma que lleva el diablo camino de la cocina buscando el apopo de su madre.
-¡Mamá, mamaíta!- Le dijo Pedrín aflijío.- Hay un hombre en la alacena que no quiere que me coma el pan.
La madre sonriendo cogió en brazos a Pedrín y después de apaciguarlo un ratino, lo devolvió al suelo, le agarró de la mano y lo acompañó a la alacena. Cuando el niño entendió lo que había ocurrio le dijo a su madre:
- Perdóname mamaíta, ¿me vas a regañar?
Ella miró al zagalino y le respondió:
- No hijo, no, el mismo pan y tu miedo, te han leío la cartilla.
Y colorín colorao, este cuento se ha acabao y yo os lo cuento como me lo han contao.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Reflexión

REFLEXIÓN

"En el trastero de nuestra memoria, bueno sería hacer un repaso de vez en cuando. Airea los recuerdos buenos y sácales el polvo para que no se apulgonen y se pierdan. Habrá otros que no lo sean tanto, no te empecines en protegerlos, por mucho que intentes lustrarlos, nunca brillarán.
Y sobre todo, decisión y seguridad a la hora de escoger".

Cita

Cita

"En cuestión de sentimientos, tú serás mi cabeza y yo tu corazón- dijo el amor a la cordura"

Reflexión

REFLEXIÓN

"... y llegará el momento en que la cría abandonará el nido poniendo en práctica lo aprendido. Revoloteará primero para probar el desarrollo de sus alas y pasado un tiempo, se lanzará.
No se trata de que se suba a tu lomo para volar contigo. Si las enseñanzas impartidas fueron medianamente correctas, lo hará por ella misma..."
".. los primeros vuelos junto a ti, pero llegará a adquirir la confianza suficiente para que cada vez sean más frecuentes y en solitario. No los retrases, es la ley de la vida..."

Vacía sin ti

Blanca paloma coqueta,
como tórtola en el arrullo
como esa madre que enseña
a volar, a sus indecisos hijos.
Tus ojos, dos perlas negras,
tus manos, roce divino,
flores grana tus risas,
tus lágrimas cristal muy fino.
¡Amabas y no podías decirlo!
ésa era la causa de tu mal.
Sufrías, agonizabas en silencio
y nunca lo supe apreciar.
Fría y serena te veía morir,
ante mí, tu corazón ya no palpitaba
y, ahora que no puedo hacer nada
me encuentro vacía sin tí.
Ya descansas en tu último lecho
bajo una lápida fría y hermosa
sobre tu pecho una rosa
una sonrisa desfigurada en tu boca.

Las palabras

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Una chica Amarillo-Capítulo III

Después de todo, no estaba tal mal la charla, en los minutos restantes hasta acabar la clase, María alcanzó a coger el hilo de las explicaciones del profesor. Lista aquella gente que vivió por aquel entonces, de que manera tan rudimentaria construían sus propias armas, que posteriormente les valdrían para proporcionarse su sustento, pensó.
Sin dejar de mover el trasero en la silla, y sin poder evitar el no ser capaz de sacar su mano del bolsillo de la chaqueta donde tocaba una y otra vez aquel trozo de papel motivo de su inquietud, fueron corriendo los minutos, y la clase llegó a su fin. Nada más tocar el timbre, María salió disparada hacia los aseos de las chicas, chocando involutariamente con aquel cuerpo inmenso del Homo sapiens que en ese momento se disponía a abandonar el aula.
- María, ¿te encuentras bien?
- Si Goyo gracias, cosas de mujeres.
El sonrió y la siguió con la mirada hasta verla desaparecer tras girar en la esquina del pasillo.Cosas de mujeres, una respuesta muy curiosa, y siguió su camino hasta la sala de profesores.
Quería ser la primera en llegar a los aseos, sabía que sólo disponía de escasos cinco minutos entre clase y clase y que su corazón no aguantaría otra hora más hasta el siguiente recreo para leer por fín aquella nota o lo que fuera. Porque, ¿y si era un papel en blanco?, esa posibilidad no la había barajado. Pensar que después de todo, podría haberse entusiasmado por nada... Entró en el primer aseo que encontró abierto y rápida cerró la puerta y echó el pestillo, ya se oían pasos y voces por el pasillo, en cuestión de segundos, aquello estaría lleno de chicas y no quería mantener conversación con nadie, el tiempo apremiaba. Cogió aire y lo fue soltando poco a poco. Intentó dominar los nervios y muy suavemente fue desdoblando aquel papel con la punta de los dedos, con miedo de que por una torpeza suya se pudiera rasgar o desintegrar directamente. Se oyen unos golpes en la puerta y la manivela gira hacia uno y otro lado.
- ¡Ocupado!
Comienza a correr el agua en los grifos, cisternas que descargan, conversaciones entre las chicas ... Pero María a vuelto a elevarse, con el papel en sus manos ya completamente abierto pero aún sin leer, ya no oye, no escucha, está muy lejos de los aseos, del instituto y de todo lo terrenal. Ha reconocido su letra, esa letra picuda e inconfundible que tantas veces a visto en borradores y que ella misma ha tenido que pasar a máquina para cualquier artículo. Pero esta vez no tiene nada que ver con la revista, esta vez esas letras van dirigidas a ella, son para ella:
"Cuando te tenga de frente la próxima vez que coincidamos, por la expresión de tu cara veré si te ha llegado esta nota y has leido su contenido. Antes que nada quiero felicitarte, quise ser el primero esta mañana cuando te vi llegar al instituto, te estaba esperando, había conseguido reunir el valor suficiente para hablar contigo por primera vez, pero cuando me disponía a acercarme , la gente comenzó a rodearte y ya no me atreví. Me hubiera gustado decirte todo esto en persona, pero sé que comenzaría a balbucear como un niño pequeño y quizás me mandaras al carajo. Animado por Antonio, el profe de ingles, te escribo estas letras, en las conversaciones que hemos tenido sobre tí, yo le he explicado lo que siento y le he pedido consejo. Pero no puedo más que hacerte llegar mis sentimientos a través de un papel. No sé que piensas, si tu sientes lo mismo, no he notado nunca nada en tí que me pueda hacer pensar que soy correspondido. Y esta incertidumbre me mata, no estoy centrado, no duermo, no vivo. La revista está casi lista, hoy daremos los últimos retoques, pedí a Antonio, que no fueras tu esta vez la que pasaras a máquina mi poema de este trimestre, para que cuando lo veas, esté ya publicado. No en un borrador, sino limpio. El poema eres tu, eres como yo te veo, esas palabras en prosa te definen. Espera a que salga la revista, no me digas nada aún cuando nos veamos, espera a que salga y luego... haz de mi lo que quieras, pero no puedo seguir asi, no puedo".

Una chica Amarillo-Capítulo II

Sus manos chocan con algo, cuando María, ya de vuelta a la tierra después de su agradable viaje que ha durado mucho menos de lo que ella hubiera pretendido, busca a tientas su libro de texto bajo la mesa, algo inesperado se cruza en su camino. Extrañada baja la cabeza y echa un vistazo para ver de qué se trata, seguro que es una broma más de las muchas que ya le han gastado sus compañeros a lo largo de la mañana.
María entiende con ello, que hoy es ella la excusa para romper con la rutina diaria, algo con lo que hacer que la jornada se haga más llevadera. Ya pasó lo peor, los tironcitos de orejas, el aguantar las burlas de los demás cantando el consabido cumpleaños feliz, exagerando en demasía el tonillo infantil y que a ella tanto le molesta. Pero bueno, es un día al año y es el precio que hay que pagar, ya le tocará a ella formar parte del otro bando, como ha ocurrido infinidad de veces.
Ayudándose de la punta de sus dedos índice y pugar, María tira suavemente del papelito que aparece cuidadosamente doblado infinidad de veces, si no hubiera sido colocado de forma tan estratégica en el sitio en cuestión o por casualidad hubiera caido al suelo, ella no le habría dado importancia, sería un papel más de los muchos que por razones inexplicables desvían su trayectoria cuando son lanzados camino de la papelera.
-.. Si os fijáis en las fotografías que aparecen en la parte superior derecha, podréis comprobar que cada una de ellas son un ejemplo bastante claro de que ya se van produciendo cambios relevantes en la forma de tallar las piedras, eso nos hace pensar...
María levanta la cabeza de pronto y fija su mirada en la figura del Homo sapiens que sigue con su charla, sentado en la silla y abierto de piernas, apoya los codos en la mesa y mueve las manos de tal manera, que es complicado pensar como sería impartiendo una clase con sus muñecas atadas a la espalda.
Es entonces cuando recibe un fuerte codazo por parte de su compañero, da un pequeño respingo que la hace saltar en la silla y un ¡ay! espontáneo sale de su garganta.
-Me estás poniendo nervioso, desde que ha comenzado la clase no has parado de moverte, aún no has abierto el libro y parece que estás en las nubes, céntrate un poco y estate quieta ya de una puñetera vez.
Cuando María aún dolorida por el golpe recibido se dispone a contestar enfadada, la voz del mono se alza clara y pregunta:
-¿ocurre algo por aquella zona que pueda ser de interés general?
- No, nada, perdón - se apresura a responder el muchacho.
Y volviendo la cara hacia ella, entorna los ojos y le lanza una mirada tan desafiante, que María resbala un poco en la silla y por unos segundos queda rígida con el papelito en las manos aún sin desdoblar.
Está visto y comprobado que va a ser imposible saber el contenido de aquello que la está poniendo tan nerviosa y que no para de dar vuelta en sus manos temblorosas. Echa un vistazo al reloj y comprueba que aún falta más de media hora para que acabe la clase. gira la cabeza y mira a su compañero que sigue atento a las explicaciones de Goyo, que continúa soltando la charla sobre algo que ocurrío hace millones de años y que a María nada le importa, y menos en un día como el de hoy. Pero aún así, saca por fín el libro, lo abre por la página que observa en su compañero y se dispone a recuperar el tiempo perdido, si eso puede ser posible. Paciencia, media hora más y se disiparán las dudas...

Una chica Amarillo-Capítulo I

Un bonito día del mes de Noviembre de mediados de los años ochenta , en un instituto cualquiera de los muchos que hay repartidos a lo largo y ancho de la geografía extremeña.
María cumple en el día de hoy su mayoría de edad, y está feliz. Ya nadie a partir de ahora podrá intervenir en sus decisiones, ella será dueña absoluta de sus actos y podrá hacer y deshacer a su antojo, o por lo menos eso cree, habrá que exponer el tema en casa, a ver que opina el resto de la familia.
Acaba el recreo y vuelve a clase después de haber pasado la última media hora en la biblioteca junto a sus compañeros de equipo y al profesor de Inglés, dando los últimos retoques a la revista del centro que ya está lista para ser editada. Pisa fuerte y segura por los pasillos, no todos los días cumple una esa edad en que supuestamente la gente comienza a tomarte un poco más en serio tus puntos de vista y comienzan a escucharte. A ver si a partir de ahora, cuando abra la boca en la mesa, no aparece voz ninguna que la mande callar, tachándola de inoportuna y maleducada. María está radiante, pero si su estado de ánimo no estuviera ya suficientemente en alza, lo ocurrido hace escasos minutos en la reunión de la biblioteca, ha sido ya la cumbre para que su cuerpo, más que recorrer los pasillos andando, se encuentre en tal estado de suspensión que más que andar, levite.
-Felicidades, me han dicho que hoy es tu cumpleaños.
- Sí, cumplo dieciocho, gracias.
El chico que la tiene encandilada y que es compañero en la sección de poemas, se ha dignado diriguirle la palabra después de tanto tiempo y ha sido para felicitarla por su cumpleaños, día redondo hasta ahora, si no se estropea cuando llegue a casa, que eso aún está por ver, porque ella, rebelde como la que más, ya está preparando el discurso que dará durante la comida, ya es mayor de edad y las cosas van a cambiar a partir de ahora, no puede ser de otra manera y cuanto antes se enteren, mejor para todos.
Hace tiempo que se ha dado cuenta que le gusta ese chico larguirucho, rubio como el color del trigo en verano y guapo a rabiar, que para más inri, comparte con ella el amor por la poesía, punto muy importante en el listón que ella misma se ha puesto, de los chicos que tienen opción a poder obtener su amor.
Llega al aula y se sienta en su sitio, no le apetece mucho aguantar la charla del pesado del profesor de historia y su Paleolítico Medio, ni Superior, ni nada por el estilo. Hoy no es día para perder el tiempo con esas nimiedades.
Se oye un fuerte golpe en la mesa y la voz de Goyo (diminutivo de Gregorio, que no podía haber cogido mejor carrera que la de historia, porque el solito, es el más claro ejemplo de lo que debió ser un Homo sapiens en sus tiempos de gloria) indica a los alumnos que abran el libro por la página tal y que comienza la clase. Furiosa pero resignada, mete las manos debajo de la mesa dispuesta a cumplir con su obligación, al fín y al cabo, es consciente de que a partir de ahora, se incrementan sus derechos, pero también se engrosa la lista de sus obligaciones.
Sus manos chocan con algo...

Caminante


Caminante que caminas
y que eliges tu destino,
caminante, tú decides
cómo hacer el camino:
sinuoso y complicado
o más factible y genuino.

La Reina que no quería envejecer

Cuenta la leyenda que hace muchos años en un lejano país, vivía la reina más hermosa de todos los tiempos, junto a su querido rey y sus amados hijos. Eran felices y contaban con el cariño y la admiración de todos los habitantes del reino.
Un día casi por casualidad, cepillando sus largos y hermosos cabellos frente al espejo, descubrió una serie de diminutas arrugas en torno a sus verdes ojos. A partir de ese día, todas las mañanas corría para sentarse frente al espejo y descubria horrorizada que nuevas arrugas iban apareciendo en su lindo rostro, las ya existentes se volvían más profundas e incluso fue consciente de que pequeños círculos del color de las hojas en otoño, manchaban sus manos y brazos de porcelana.
El rey y los dos pequeños principitos ya no sabían como consolarla, ella se pasaba el día frente al espejo envuelta en un mar de lágrimas.
El rey desesperado y viendo que su esposa se iba apagando poco a poco, ofreció una inmensa fortuna en monedas de oro, para aquella persona que pudiera devolver a la reina su alegría de antaño.
Un día se presentó ante las puertas de palacio una viejecita asegurando que ella traía la solución para conseguir que la calma y la felicidad volvieran a estabilizar el corazón de su reina. El rey aunque reacio e incrédulo, viendo que era la única esperanza que tenían, dió su autorización para que la anciana fuera llevada de inmediato a los aposentos de su esposa.
Una vez a solas las dos mujeres, la viejecita se presento ante la reina como la Dama del Tiempo asegurándole que si ese era su deseo, todo aquello que la hacía tan desdichada podía hacerlo desaparecer en cuestión de minutos tan solo con un chasquido de sus dedos.Fue entonces cuando la bella señora levantó la cabeza por vez primera, y descubrió a quién pertenecía esa voz que le aseguraba el haber encontrado el remedio para sus males.
La anciana hizo que la reina se sentara frente al espejo y colocándose trás ella, posó sus huesudas y arrugadas manos sobre sus delicados hombros invitándola a que le indicara uno a uno, los motivos de su desdicha.
La reina levantó un dedo tembloroso y comenzó el ritual que inicaba cada mañana desde aquella primera vez hacía algunos años. Fue recorriendo poco a poco su rostro allá dónde aparecían aquellas horribles arrugas que hacían que su belleza se hubiera marchitado como las rosas en los jardines de palacio. Su dedo volvío a bajar de nuevo y se posó en aquellos círculos que salpicaban sus manos y brazos y que eran los culpables de que aparecieran con aquel aspecto tan sucio y desagradable.
Una vez que el ritual hubo finalizado, la viejecita con voz templada pero firme le dijo:
- Majestad, tengo el poder de hacer desaparecer todo esto que la aflige y que le causa tanto dolor y tristeza, pero antes de hacerlo, déjeme que le que explique algo ...¿Ve esas arrugas que aparecen tan marcadas junto a sus ojos? Ellas son el sello de su sonrisa de felicidad el día de su enlace con su Majestad el rey. ¿Y esos pequeños surcos que aparecen junto a su boca? Ellos son el sello del primer beso que dió a sus dos hijos cuando los tuvo en sus brazos al nacer. ¿Y esas que bajan a lo largo de sus mejillas? Recuerdan y representan cada uno de los días que usted ha reido agradecida a su pueblo las muestras de cariño que le dispensan.
Señora, permítame decirle también,que todo lo demás, incluidas las manchas en sus brazos y manos que tanto le preocupan, son señales inequívocas de que usted ha sido feliz y ha vivido muchos años, cada pequeña arruga y cada mancha, da fe de ello. Seguramente, si la señora no hubiera reido con tanta satisfación a lo largo de su vida, su rostro estaría más terso y firme, pero su corazón aparecería ajado, marchito, casi sin vida. Si yo hago desaparecer cada signo de sus años felices vividos, desaparecerán a la misma vez, los motivos que hicieron que eso se produjera. Usted volverá a lucir joven y hermosa, pero ni el rey, ni los pequeños príncipes, ni su pueblo que la quiere, podrán ser testigos de ello. Y una vez sabedora de esto, estoy aquí para cumplir su voluntad.
Nadie sabe cuál fue la respuesta de la reina, pero podemos suponerla. Cuenta la leyenda que al día siguiente se celebró un gran banquete en palacio donde acudieron todos los habitantes del reino, felices de ver a su reina riendo de nuevo a mandíbula batiente, ella, consciente de que una nueva arruga daría fe de ese día, pero sabiendo que merecía la pena. Un año más vivido junto a los suyos y los que aún faltaban por llegar.