sábado, 20 de diciembre de 2014

El conejito Mateo (cuento infantil)

Mateo es un conejito diminuto, una figurita inanimada que duerme la mayor parte del año entre hojas de periódicos dentro de una caja de zapatos.
Pero cuando se aproximan las fiestas navideñas, Mateo es mecido por unas manos delicadas, abandona su sueño y cobra vida junto a las miles de figuritas que componen el Belen Biblico Monumental Santa Angela. Un año más, se preparan para formar parte de un escenario grandioso que comenzó con el deseo de una mamá, y que ha acabado no solo cumpliéndose, sino que ya se ha convertido en tradición.
El viaje hasta llegar al lugar donde se instala el Belén es largo y cansado, tedioso, pero Mateo es fuerte y aguanta el traqueteo del viaje dentro de su caja de zapatos, ilusionado y feliz, muy feliz.
Llega el momento tan esperado. Las manos que tan bien conoce lo despojan con sumo cuidado del envoltorio que lo protege una vez más, un año más, y nuestro amigo va abriendo poco a poco sus ojillos, retomando el contacto con el mundo.
Pero este año el conejito está triste. El sitio en el que ha sido colocado no es el apropiado para un animalito tan pequeño como él. Aunque no se han olvidado de su madriguera y no pasará frío en estos días, el conejito está lejos del paso de los humanos y no lo ven.
Mateo es dulce, tierno y muy sensible. Tiene buen carácter y hace amigos con facilidad. Le gusta admirar y que lo admiren, y es conocedor del papel tan importante que su pequeño cuerpecito representa en esa escena tan gigantesca que Juan y Mae montan todos los años.
Pero por mucho que se esfuerza y da saltitos, emitiendo pequeños graznidos como sus amigos los gansos, todo es inútil. Nadie lo ve y Mateo se desespera. El necesita hacer amiguitos; los niños y niñas son sus preferidos. Otros años se ha llevado tardes enteras conversando con ellos, contándoles anécdotas que ocurrían a diario en el Portal, y ellos, a su vez, compartiendo con él sus vivencias en el colegio.
Recuerda a Antonio, un niño con el que hizo amistad el año anterior y que iba a verlo todas las tardes, tardes de risas en que los dos hablaban bajito para que nadie se enterara de sus conversaciones. Cachorrito humano y cachorrito animal, así de simple y maravilloso.
Pero los días pasan, y Mateo desea ser devuelto a su cajita. Quiere dormir, y este año no hubiera deseado volver a la vida si hubiera sabido lo que le esperaba. No se conforma con sus amigos de escena, no participa en sus juegos, pues son figuritas igual que él. Necesita el contacto con el humano.
Un lunes cualquiera, el Belén abre sus puertas para recibir las visitas de la tarde. Mateo, que duerme la siesta a la entrada de su madriguera, escucha barullo. Levanta sus orejitas y olisquea el ambiente. Su instinto le dice que algo va a ocurrir.
De pronto, ve aparecer a lo lejos a Antonio, su amigo humano, su compañero.
Mateo no cabe en sí de gozo, pues sabe que viene en su busca. El niño, que no sabe dónde han colocado este año al conejito, mira por todos lados y lo llama:
-Mateo, Mateo, ¿dónde estás, amigo?
Transcurridos unos minutos que se hacen eternos para los dos, por fín Antonio lo localiza.
-¡Antonio! Cómo has crecido, no sabes cuánto te he echado de menos- y dos pequeñas lágrimas corren por su carita peluda.
-Ya estoy aquí, y conmigo vienen María y Anita. Y traigo a Mario y a Andrea, y a Marisa y a Paquito para que te conozcan. No he podido venir antes, he tenido fiebre y mi mamá no me ha dejado salir hasta que no me he puesto bueno.
-No importa-responde Mateo, sacudiendo su cabecita y estirando sus bigotes.
Y comienza la fiesta: después de las presentaciones de rigor, Mateo corre feliz por los campos, buscando un lugar para esconderse, mientras los niños cuentan hasta veinte y se lanzan a buscarlo. Inventan juegos y cantan. Todos los días, Mateo recibe las visitas de sus amiguitos. Ya no quiere volver a dormir en su caja de zapatos. Aprovecha cada minuto y cada segundo de esta oportunidad que le ofrecen, para ser un conejito de carne y hueso que corretea, que ríe y que vive feliz un año más en el Belén instalado en La Alcazaba jerezana.
Niños y niñas que vais con los papás a visitar el Belén: buscad a Mateo. Llamadle, y tened un poco de paciencia si tarda en aparecer, pues si sois persistentes acabaréis dando con él. Se alegrará de hacer nuevos amiguitos y estará deseoso de jugar con vosotros. El pequeño conejito os espera.

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