sábado, 20 de diciembre de 2014

El miedo de Pedrín (cuento infantil extremeño)

Escuchá con mucho cuidao, os voy a contá lo que me han contao.
Había una vez un zagal llamado Pedrín al que le pirriaba el pan. Todos los días cuando llegaba de la escuela, iba a la alacena y le daba tal mordisco al pan que guardaba su mamá en la talega, que lo quedaba tiritando.
Así que, a la hora de comer, cuando la madre ponía la mesa, el pan aparecía medio comío, como si un puñao de ratoninos les hubieran hincao los dientes.
- ¿Tu te has comío el pan?- Preguntaba la madre a cada uno de sus hijos,
Todos negaban haberse comío el pan, incluío Pedrín, que ponía tal carita de santo, que era imposible suponer que fuera él.
Cansada la buena mujer de que todos los días pasara lo mismo, decidió ser más despierta y vigilá a sus niños cuando llegaban a casa. Andaba un poco disgustá, no sólo porque uno de sus hijos se comiera de esa manera el pan y sin pedir permiso, sino porque no quería que sus niños le mintieran.
Cuando los zagalinos llegaron a casa esa misma mañana, la mamá pudo observar a hurtadillas tras una cortina como el pequeño Pedrín, iba derechito a la alacena y sentao en un rinconito, se iba comiendo el pan a mandíbula batiente, cuando ya no quería más, lo devolvía a su sitio y cerraba otra vez la alacena como si allí no hubiera pasao ná.
En lugar de reñirle y reprenderle por su mala conducta, la madre quiso que él solito aprendiera, y se le vino a la cabeza una idea aprovechando que Pedrín era un niño mu miedoso.
Al día siguiente cuando llegó a casa después de hacer los mandaos, clavó una alcayatita detrás de la puerta de la alacena y colgó la talega del pan. Al momento y como quien no quiere la cosa, se fue a la cocina a recoger el resto de la compra y a terminar de hacer la comida.
En esas andaba cuando barruntó que llegaban los niños, no se coscó y siguió a lo suyo.
Cuando Pedrín empujó la puerta de la alacena, el peso del pan en la talega volvíó a cerrarla. el zagal un poco desconfiáo y con más miedo que once viejas, le dió un empujón más fuerte y con la misma fuerza la puerta se volvió a cerrar. Totalmente apurao y sin que le llegara la camisa al cuerpo, salió como alma que lleva el diablo camino de la cocina buscando el apopo de su madre.
-¡Mamá, mamaíta!- Le dijo Pedrín aflijío.- Hay un hombre en la alacena que no quiere que me coma el pan.
La madre sonriendo cogió en brazos a Pedrín y después de apaciguarlo un ratino, lo devolvió al suelo, le agarró de la mano y lo acompañó a la alacena. Cuando el niño entendió lo que había ocurrio le dijo a su madre:
- Perdóname mamaíta, ¿me vas a regañar?
Ella miró al zagalino y le respondió:
- No hijo, no, el mismo pan y tu miedo, te han leío la cartilla.
Y colorín colorao, este cuento se ha acabao y yo os lo cuento como me lo han contao.

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